Bueno,
pues en esta ocasión, quisiera tratar dos temas.
Por
un lado el objeto de pasión que une a
estas mujeres: La escritura, y cómo de diferentes se ocupan de ella, de su
pasión. Y por otra parte, un rasgo de la
pareja que a priori parece que las separa, la pelea que llevan en toda la
película.
Dejan
de ser el epicentro: tanto de la época, como de que las mujeres los sostengan,
algo que se ve más claramente en Merry, y que justamente es lo que creo le
permite escribir sin ningún tipo de limitación psíquica, al contrario que Liz,
cuyos autores y citas le rondan tanto, los utiliza tanto que cabría pensar, que
si Merry escribe lo que oye, Liz, está aplastada por esos grandes hombres que
tanto cita. Una que se puede sostener en esta vacuidad, mientras que la otra,
se sostiene en el saber de estos grandes pensadores.
Es
muy curioso ver como la gran intelectual preparada concienzudamente para
escribir grandes libros, está atascada 5 años en su segunda novela, mientras su
amiga, que dejó el colegio bien pronto, ha escrito por las tardes, en solo un
año, después de atender su hija, amigos, enorme vida social, casa, marido y
coser una colcha, ha escrito de un tirón una novela, basada en los cotilleos
que sus vecinos aburridos le cuentan y triunfa!! Mientras que a Liz, cada logro
en este campo le cuesta un esfuerzo casi excesivo;
Merry
es incontenida e incontenible y Liz, es pura contención. Estoy hablando de que
en una época, en la cual los ideales clásicos empiezan a desfallecer, nos
encontramos con dos personajes que reaccionan bien distinto a esta caída.
Liz,
busca a través de esas grandes citas, una significación del mundo, se lo
explican, le permiten aclararse, y colmada de saber, lleva mal la caída de lo
simbólico, por introducir el concepto correcto, como cenit de lo social. Por
otra parte Merry, mujer muy decidida, algo muy femenino, va al acto puro, sin
importarle las consecuencias, como se puede ver cuando su marido busca
relaciones sexuales y ella está dándole vueltas al argumento de su próxima
novela, o que su preocupación es todo el rato si ha ganado el premio,
simplemente tiene un saber hacer para con su pasión, va totalmente decidida y
con la quinta puesta.
De
hecho es a considerar, y aquí enlazo el segundo tema que os traigo, que con las
peleas,
se van acercando en estas posturas, cuando Liz, al final, y tras mucho
sufrimiento con los hombres, se le ocurre que son fabulosas, que han hecho
muchísimas cosas y que lo que se merecen es un descanso: lo mejor que pueden
hacer es irse a las islas griegas a acostarse solo con tipos que no sepan
pronunciar sus nombres, solo griegos y pescadores. Solo hay que ir allí y dejar
que ocurra. Se ha pasado la vida buscando hombres que encuentren misterio en
sus obras, ahora es el momento de que lo encuentren en su cuerpo.
¿Por
qué digo que las peleas las acercan? Porque más allá de alejarlas, en sus
discusiones se mal entienden muy, muy bien.
Tras
la primera pelea de la película, se publica la novela de merry, y Liz puede
seguir escribiendo, en la segunda (en casa de Merry/piano) Merry accede a la
vida social de NY y Liz se permite estar con un jovencito; la última pelea
cuando destrozan el osito, Liz concluye con tanto patiment y puede atender su
cuerpo, y Merry, puede por una vez, dejar de chocar con el estilo chic de N
York, con el que tan poco encaja su cursilería sureña.
Me
hace mucha gracia, como los hombres describen las peleas de las mujeres: que si
somos malas entre nosotras, que si parecemos gatas sacando las uñas, que si
somos crueles, que si detrás está la envidia. Nada más lejos de la realidad. El
marido de Merry cuando la lleva al aeropuerto dice: “Me gustaría poder
entenderos a las dos” a lo que le responde Liz “Ese es un secreto que no
conocemos ni nosotras”. Lo que ocurre es que pensar estas discusiones desde la
posición masculina, hace que se interprete como algo masculino. Si pensamos en
relaciones crueles y malvadas a lo largo de la historia, ¡son ellos entre ellos
los que más putadas se han hecho! Solo hay que recordar en las burradas que se
hacen en la guerra.
Ya
comentamos algo en la película anterior: cuidado con tocar a la Medea que toda
mujer lleva dentro, y dos grandes amigas, que se conocen de tantos años saben
cómo convocarse. Y cuando se la convoca, no hay ni camaradería, ni honor, ni
homosexualidad latente ninguna que las haga contenerse. No hay falo, ni el
temor a perderlo; ni si quiera hay discurso de ganar o perder, o de tengo que
convencerlo, no existe la verdad. Hay una mujer y otra mujer, que no es lo
mismo que dos, hablando, gritando lo que a cada una en su pieza suelta que es,
le inmiscuye. En la escena de la limusina, una habla de su premio y la otra de
lo que quiere de la vida. En estas peleas, ¿veis que haya mayores
consecuencias? Ahora pensad si estas mismas peleas las tuvieran los hombres, ¡vamos
que si habría consecuencias!
Y
es que la amistad entre mujeres no está sostenida ni en la lealtad, ni en la
comprensión, ni en el ser buena persona, o mala…más allá de los ideales, las
mujeres se relacionan una a una, sin hacer conjunto, y es justamente esta
paradoja lo que permite mal entenderse bien.
¿Por
qué se pelean entonces? Se pelean con la vida, con lo que les ocurre, lo que
les acontece, ellas dos, simplemente se acompañan la una a la otra.
Laia Gil
Valencia, 16 de octubre 2016
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