martes, 22 de noviembre de 2016

Intervención "Ricas y famosas". Laia Gil.




Bueno, pues en esta ocasión, quisiera tratar dos temas.

Por un  lado el objeto de pasión que une a estas mujeres: La escritura, y cómo de diferentes se ocupan de ella, de su pasión.  Y por otra parte, un rasgo de la pareja que a priori parece que las separa, la pelea que llevan en toda la película.

Dejan de ser el epicentro: tanto de la época, como de que las mujeres los sostengan, algo que se ve más claramente en Merry, y que justamente es lo que creo le permite escribir sin ningún tipo de limitación psíquica, al contrario que Liz, cuyos autores y citas le rondan tanto, los utiliza tanto que cabría pensar, que si Merry escribe lo que oye, Liz, está aplastada por esos grandes hombres que tanto cita. Una que se puede sostener en esta vacuidad, mientras que la otra, se sostiene en el saber de estos grandes pensadores.

Es muy curioso ver como la gran intelectual preparada concienzudamente para escribir grandes libros, está atascada 5 años en su segunda novela, mientras su amiga, que dejó el colegio bien pronto, ha escrito por las tardes, en solo un año, después de atender su hija, amigos, enorme vida social, casa, marido y coser una colcha, ha escrito de un tirón una novela, basada en los cotilleos que sus vecinos aburridos le cuentan y triunfa!! Mientras que a Liz, cada logro en este campo le cuesta un esfuerzo casi excesivo;

Merry es incontenida e incontenible y Liz, es pura contención. Estoy hablando de que en una época, en la cual los ideales clásicos empiezan a desfallecer, nos encontramos con dos personajes que reaccionan bien distinto a esta caída.

Liz, busca a través de esas grandes citas, una significación del mundo, se lo explican, le permiten aclararse, y colmada de saber, lleva mal la caída de lo simbólico, por introducir el concepto correcto, como cenit de lo social. Por otra parte Merry, mujer muy decidida, algo muy femenino, va al acto puro, sin importarle las consecuencias, como se puede ver cuando su marido busca relaciones sexuales y ella está dándole vueltas al argumento de su próxima novela, o que su preocupación es todo el rato si ha ganado el premio, simplemente tiene un saber hacer para con su pasión, va totalmente decidida y con la quinta puesta.

De hecho es a considerar, y aquí enlazo el segundo tema que os traigo, que con las peleas,
se van acercando en estas posturas, cuando Liz, al final, y tras mucho sufrimiento con los hombres, se le ocurre que son fabulosas, que han hecho muchísimas cosas y que lo que se merecen es un descanso: lo mejor que pueden hacer es irse a las islas griegas a acostarse solo con tipos que no sepan pronunciar sus nombres, solo griegos y pescadores. Solo hay que ir allí y dejar que ocurra. Se ha pasado la vida buscando hombres que encuentren misterio en sus obras, ahora es el momento de que lo encuentren en su cuerpo.

¿Por qué digo que las peleas las acercan? Porque más allá de alejarlas, en sus discusiones se mal entienden muy, muy bien.

Tras la primera pelea de la película, se publica la novela de merry, y Liz puede seguir escribiendo, en la segunda (en casa de Merry/piano) Merry accede a la vida social de NY y Liz se permite estar con un jovencito; la última pelea cuando destrozan el osito, Liz concluye con tanto patiment y puede atender su cuerpo, y Merry, puede por una vez, dejar de chocar con el estilo chic de N York, con el que tan poco encaja su cursilería sureña.

Me hace mucha gracia, como los hombres describen las peleas de las mujeres: que si somos malas entre nosotras, que si parecemos gatas sacando las uñas, que si somos crueles, que si detrás está la envidia. Nada más lejos de la realidad. El marido de Merry cuando la lleva al aeropuerto dice: “Me gustaría poder entenderos a las dos” a lo que le responde Liz “Ese es un secreto que no conocemos ni nosotras”. Lo que ocurre es que pensar estas discusiones desde la posición masculina, hace que se interprete como algo masculino. Si pensamos en relaciones crueles y malvadas a lo largo de la historia, ¡son ellos entre ellos los que más putadas se han hecho! Solo hay que recordar en las burradas que se hacen en la guerra.

Ya comentamos algo en la película anterior: cuidado con tocar a la Medea que toda mujer lleva dentro, y dos grandes amigas, que se conocen de tantos años saben cómo convocarse. Y cuando se la convoca, no hay ni camaradería, ni honor, ni homosexualidad latente ninguna que las haga contenerse. No hay falo, ni el temor a perderlo; ni si quiera hay discurso de ganar o perder, o de tengo que convencerlo, no existe la verdad. Hay una mujer y otra mujer, que no es lo mismo que dos, hablando, gritando lo que a cada una en su pieza suelta que es, le inmiscuye. En la escena de la limusina, una habla de su premio y la otra de lo que quiere de la vida. En estas peleas, ¿veis que haya mayores consecuencias? Ahora pensad si estas mismas peleas las tuvieran los hombres, ¡vamos que si habría consecuencias!

Y es que la amistad entre mujeres no está sostenida ni en la lealtad, ni en la comprensión, ni en el ser buena persona, o mala…más allá de los ideales, las mujeres se relacionan una a una, sin hacer conjunto, y es justamente esta paradoja lo que permite mal entenderse bien.

¿Por qué se pelean entonces? Se pelean con la vida, con lo que les ocurre, lo que les acontece, ellas dos, simplemente se acompañan la una a la otra.


Laia Gil
Valencia, 16 de octubre 2016

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